Me había pasado la vida sumando conocimientos, hasta que descubrí lo más importante para mi: que la vida es aprender a vivirla, aprendí que es fácil perderse, y que la soledad aparece cuando estamos divididos en nosotros mismos. Aprendí que ser coherente es alinear lo que digo, pienso y hago y es el camino de la serenidad. También aprendí que un propósito sin un verdadero “para qué” no tiene sentido. 

Me inquietaba conocer, pero sobre todo me encontré en la típica crisis de los 40 y con el “nido casi vacío”, sin un “para qué” claro. Lo que me invitó a volver a mí. Así me lancé a la aventura de descubrir el coaching ontológico, y fue allí donde me encontré latiendo desde lo más profundo de mi ser; me encontré a mí misma, encontré mi verdadero sentido y pude alinearme a mi propósito.

En este camino me fuí transformando, me ocupé de mi mejor propia versión, aprendí el valor de las emociones complementando al lenguaje poético con un lenguaje de acciones para  "protagonizar mi propia historia".

El  coaching se transformó en el hilo conductor de mis pasiones ... pero aún tenía un par de pendientes: viajar y mi curiosidad por los caballos. 

Entonces, decidí tomarme un año sabático y programé un viaje para recorrer un poco el mundo y me encontré con la belleza de España donde continué formándome con los caballos. En esta aventura, tome a decisión de trasladar mi mundo a este país. 

Fue en aquella formación cuando me terminé de enamorar de los caballos y su capacidad de comunicación, su capacidad de vivir en el presente, pero sobre todo de empatizar con los humanos y mostrar con su lenguaje corporal lo que al humano le pasa en transparencia o no puede mirar por sí mismo.